martes, 22 de enero de 2008

Gacetilla Yabor

2da. Gran Fiesta de San Baltazar” en Colonia del Sacramento, Uruguay

La “ Gran Fiesta de San Baltazar”, surge con el deseo de crear una festividad artística para la ciudad de Colonia del Sacramento, que desde sus comienzos contribuya a la integración, de los uruguayos y demás pueblos de la región. Elegimos la fecha sábado 5 de 2008, a modo de víspera de las llamadas tradicionales y espontáneas dedicadas al santo, que emergen cada 6 en la noche de reyes de Montevideo y otras localidades del país.
En pleno siglo XXI la gente toma conciencia de diversas formas, uno de los aspectos es a través de sus raíces.
Este festival, honra en forma individual a uno de los Tres Reyes Magos de la Epifanía Cristiana, que es instituido hace dos siglos, a la categoría de santo patrono por los mulatos y negros orientales.
Es asimismo, un homenaje a los soldados de Artigas y sus familias, quienes llevaron consigo el candombe, patrimonio de música y danza, que como herencia fue dejada a su paso en la provincia de Corrientes (1814 -1820). Luego en su exilio, transculturan esta misma tradición que perdura como parte de las costumbres “afro” del Paraguay, expandiéndose al litoral argentino; florece y tiene su esplendor en el Chaco, norte de Santa Fe y Formosa, desde 1870.
Esta función en honor del santo de los nacimientos, marca la presencia africana en la América Latina, entrelazando música y danzas de la época colonial, que van unidas al recuerdo de la primera coronación de los reyes congos, donde se genera este festejo.
El Patrimonio Afrouruguayo que exaltamos durante el año 2007, no es propiedad tangible sino una experiencia integradora, que nos hermana disolviendo las fronteras raciales, sacando a pasear lo que el alma siente. Hoy más que nunca, esta fiesta, mantiene encendida la llama de la cohesión cultural de los pueblos de Uruguay, Argentina y Paraguay, quienes a su manera y costumbres de reverenciar al santo, también estarán festejando los días 5, 6 y 7 de enero, en barrios del Kamba Kua (cueva de negros), en el territorio de los guaraníes, donde el sentimiento Oriental se percibe en el ambiente.
Agradecemos la difusión!!!

Para recibir la gacetilla: yaboruruguay@yahoo.com.ar
Pag Web de Yabor: http://www.candombodromo.com.ar

sábado, 23 de junio de 2007

Adelia Silva

Una poeta de luchas

Adelia nace un 3 de abril de 1925 en el departamento de Artigas, Uruguay. Concurre a la Escuela Pública Nº 1 de la ciudad.


Comenzará su etapa adolescente en el Liceo Dapartamental Nº 1 y formándose como docente de educación primaria en el Instituto de Formación Docente en su ciudad natal. Maestra, llega al cargo de Directora Rural y en Escuelas con régimen al Aire Libre en en distintos centros del departamento. Ejercerá como profesora de Educación Secundaria en las siguientes materias: matemáticas, física, química, y francés. Se desempeñó en forma honoraria como profesora del Instituto Normal, como así también dictando clases en cárceles y el Hogar de varones (centro de custodia de la minoridad) en Artigas.


Sus logros fueron a través de concursos para acceder a los distintos cargos que desempeñó. Dirigió las escuelas 1 y 2, y en 1962 obtiene también por concurso el cargo de Inspectora de Zona lo que la llevará a Florida y Salto. Dicta clases honorarias en Canelones y Colonia y como también en su casa particular sobretodo a niños carenciados.


No era extraño ver en su casa a chicos y adolescentes que venían a estudiar, muchos a alojarse en la casa de esta gran maestra quien los recibía desinteresadamente brindando sus conocimientos y afecto. Muchos jóvenes lograron con sus enseñanzas y apoyo llegar a obtener sus titulados.


Fue elegida y homenajeada como la Mujer del Año por la Intendencia Municipal de Artigas.





Como escritora y poeta comienza a escribir en forma activa a los 40 años. En 1988 obtiene el Premio JEAN JAVRIS otorgado por el Rotary Club y siguió siendo premiada en distintos Concursos de Literatura nacionales y extranjeros. Perteneció al grupo literario Ángel Falco.


Inquieta como pocas, comienza a estudiar y finaliza los estudios en Periodismo y Relaciones Publicas. Fue homenajeada y distinguida en varias ocasiones en distintas Instituciones oficiales y no oficiales de su departamento : "Semana del Libro", "Muestra Artiguense Adelia Silva", entre otras distinciones.


Viajará varias veces a Europa dejando y trayendo aportes culturales importantes. En el 2004 recibe el Premio Rocco Certo (San José) en el que obtiene una mención especial otorgada a un poema suyo en italiano, premio otorgado por la Cámara de Comercio Italiana.


Lectora incansable, activa promotora cultural desde muy joven, respaldó y apoyó a todo aquel que se acerco a ella como maestra, profesora, amiga, por ser una mujer de una rara y distinguida sensibilidad que atraía solo con verla. Participa en el Encuentro Virtual "Recitando entre Ratones" organizado por el Proyecto Libro sin Tapas en Montevideo.
Pequeña, vivaz, con esa alegría fronteriza tan suya nos dejó en el corazón la satisfacción de conocerla y el poder beber de sus conocimientos los que brindaba abiertamente.
Adelia Silva falleció en el 2004.





Veamos un poema de Adelia

Agradecemos especialmente a su hija Lucita y a las Sras. Yalma y Sandra Paulo del departamento de Artigas por acercarnos el material con el que realizamos esta semblanza de nuestra querida amiga Adelia. Este material compone parte de la Muestra itinerante " Lenguaje de la Memoria: tres siglos y medio después".

jueves, 21 de junio de 2007

Cuento de Marie-Delphine Nilles

a partir de un párrafo publicados por Daniel Bera Martinez


6 de Enero


En las marginadas calles de Palermo, los negros calentaban las lonjas de sus tambores alrededor del fuego para afinarlos, igual que lo habían hecho sus ancestros dos siglos atrás cuando, aún esclavos, obtenían licencia de sus amos.

Ese día, la comunidad negra desfilaban por las calles de Montevideo repicando su historia con frenesí y orgullo: eran como los elefantes del África Negra que caminando al compás hacían vibrar la tierra. Todos los morenos respondían a la llamada de los tambores uniéndose al cortejo. Candombeaban bajo el sol y la mirada hostil de algunos colonos que ―detrás de sus ventanas― espinaban sus arte. Bailaban incansablemente hasta el ultimo golpe de tambor.





Durante ese día, la luz se filtraba por la ventana de la casa de Corimba con más frescura y harmonía que los demás días. Corimba era la abuela del barrio: una negra fina de largas uñas rojas, que en su tiempo había sido de las más cortejadas.

El amanecer la había encontrado en la cocina preparando la masa de las pizzas, las tortas de maíz y el dulce de leche. Llevaba dos días limpiando su casa con agua jane y dando voces por el barrio sobre la visita de su nieta Mirta acompañada de Don y Doña Gallego. Eso suscito muchos comentarios en el vecindario puesto que la gente de la alta sociedad no acostumbraba a pasearse por la calle Ansina*. Pero, según se rumoreaba, parecía ser que en alguna ocasión los Señores Gallego había mostrado curiosidad por el Candombe y que Mirta les había invitado a pasar el día de las llamadas en casa de la abuela Corimba, asegurándoles que disfrutarían de una vista privilegiada, pues por debajo de su ventana desfilaban todas las comparsas.

Para la ocasión, Corimba puso su mantón de manilla negro con flores rojas a modo de mantel sobre la mesa del comedor, y cuando tuvo todo dispuesto, se sentó a al lado de la ventana a tomar mate mientras esperaba la llegada de sus huéspedes. En la calle, los negros afilaban sus tambores y Corimba les miraba con una sonrisa tan esbelta que parecía haber rejuvenecido 20 años.





Los invitados llegaron en un elegante coche, deteniendo a su paso la mirada de todos los morenos. Entonces el aire se llenó de voces: a algunos les molestaba esta presencia en el barrio pues decían que nunca traía nada bueno; otros criticaban el comportamiento vanidoso de Mirta, mientras unos pocos mostraban signos de bienvenida. Don Gallego se bajó del coche y con naturalidad les devolvió el gesto a los que saludaban. Su señora revisó cuidadosamente el vehículo para no olvidarse de nada y, al bajar, se cogió del brazo de su esposo. A cambio Mirta se quedo un instante más sentada en el suntuoso asiento trasero, inmóvil y pensativa, hasta el momento en que la voz de Corimba la despertó sus sueños. Entonces se bajo del coche (con esa agilidad que tienen los jóvenes) y corriendo como una quinceañera abrió la puerta y subió las escaleras al encuentro de Corimba. Se abrazaron y cayeron las lagrimas —como de costumbre― pero no se demoraron en atender a sus huéspedes: despojándoles de sus sombrero, guantes y todos esos accesorios que suelen vestir la gente de la alta sociedad. Corimba les dio la bienvenida y entraron en el hogar.



La Señora de Gallego hizo un reconocimiento rápido de la estancia: observo las grietas en las paredes y la minúscula y única ventana de la sala de estar (concluyo que debía ser el lugar privilegiado del que hablaba Mirta). Se fijo también, en el mantón posado sobre la mesa como si fuera un mantel. Le pareció poco apropiado, por no decir

grotesco, y debió esforzarse mucho para disimular el malestar que le producía ese diminuta casa. Don Gallego, en cambio, permanecía en silencio robándole bocanadas de perfume hogareño a Corimba. El olor le recordaba extrañamente a su infancia, y aquella pequeña estancia le sugería la de su propia abuela. Se asombró del placer que le provocaban esos recuerdos y de la nitidez con que surgían después de tanto tiempo. Al cruzarse con la mirada de su esposa, Don Gallego se quedó petrificado. Durante un instante tuvo la sensación que ella le leía el pensamiento, y con un gesto incómodo se retocó el pelo pensando que debía cuidarse de no levantar sospechas. Pues no siempre había sido Don Gallego: la suerte hizo que se relacionarse con a la hija de los Pisolenti, y su ambición junto con su ingenio consiguieron que ella se casara con él, asegurándose así una buena fortuna, y por supuesto Don Gallego nunca le contaría la verdad sobre su pasado. Sin embargo, a veces sin darse cuenta, le traicionaban sus modales.



Corimba saco las pizzas del horno, cogió el vino, la coca-cola y les invitó a sentarse a la mesa. El entusiasmo de las anfitrionas hizo que la tarde transcurriera agradablemente (al menos en apariencia). Hablaron de todo un poco evitando los temas delicados que pueden surgir entre dos clases sociales tan distintas. Corimba observó que la Señora de Gallego no participaba mucho en las conversaciones, y que apenas había tocado la comida, lo que explicaba su extrema delgadez. Pero lo que hasta hora había retenido su atención era la blancura de su piel en pleno verano. A cambio Don Gallego le dio mejor impresión: su alta estatura y buen porte le daba un aire atractivo, simpático y seguro de sí mismo. Charlaba con naturalidad , sin esa actitud arrogante que tienen los hombres de su condición. Entonces Corimba se relajó y empezó a contar historias del Candombe. A cada palabra que pronunciaba aumentaba el tamaño de su ventana, dejando entrar una luz más pura y más cálida.



―¡Aquí están los chiquilines! ―exclamo Mirta, al sonar el timbre de la puerta.



Corimba corrió a abrirles, y con una gran sonrisa les dijo que pasaran y saludaran a los invitados. Entró un grupito de niños con sus tambores colgando como mochilas. Saludaron educadamente y corrieron tras Corimba, que se había dirigido a la cocina. Ella abrió el armario y saco los panqueques de dulce de leche que había preparado durante la mañana, y con tono pícaro les preguntó:



―Che, ¿como andan estos tambores?



Entonces los chiquilines formaron dos filas bien organizadas y con el mismo aire visceral que sus mayores repicaron sus tambores caminando al compás por toda la casa. Mirta se levantó y se unió a ellos tocando la clave con las palmas y meneando su cuerpo como los negros sabían. Corimba desplegó su abanico y encarnando a la Mama Vieja* bailaba y canturreaba canciones del Candombe. Giraron alrededor de la mesa saludando a su publico, Don y Doña Gallego, y aunque pareciera que la Señora de Gallego se prestara al juego, apretaba los dientes por no taparse los oídos. No le gustaba el Candombe. Odiaba los tambores. Ni siquiera le parecía música, sino ruido y nada más que ruido; y el modo de bailar de las morenas lo juzgaba blasfemia contra la cristiandad. Miró a su esposo con la intención de quejarse con la mirada, pero se en ese preciso momento, cayo la ultima nota de tambor. Don Gallego aplaudió enérgicamente (....... ) pero al oír sus propios aplausos se reprimió y abrevió el elogio: pues pensó que un hombre de su condición no debía mostrar admiración hacia los negros. Y evitando la mirada de su esposa, se retocó el pelo y borró la sonrisa de sus labios.



―Che, miren cuántos aplausos ―Dijo Corimba tomando asiento y recuperando el aliento. ¡vos sí sabéis reconocer el arte donde hay arte, Don Gallego! Esos niños son una cosa bárbara, el mayor de ellos solo tiene 10 años ―y con un gesto de satisfacción cogió los pan queques y los repartió entre los chiquilines―. ¡Andá, que van a llegar tarde a las llamadas!



Tras cerrar la puerta al marcharse los niños, Corimba rellenó las copas y propuso un brindis en honor a su invitados. La Señora de Gallego cogió la copa con la punta de los dedos (para no ensuciarse las manos) y con una sonrisa forzada brindó; luego la llevó a su boca pensado en los labios que la habrían tocado antes que ella, y para eludir su disgusto cerró los ojos antes de beber. Bebió y siguió preguntándose por qué razón su esposo había aceptado la invitación de su criada Mirta. No lograba entender qué le había motivado a querer pasar el día entre negros.

Mirta, tomó sus copa con la delicadez con que lo hacía la gente de la alta sociedad como la Señora de Gallego, e imitando su gesto, ella también cerró los ojos y tomó un ligero sorbo. A la abuela Corimba, se le entristeció la sonrisa al observar que sus nietos cada vez se parecían menos a ella. Pero en cuanto escucho los primeros golpes de tambor al otro lado de la ventana, se le puso la piel de gallino de alegría ¡Empezaban las Llamadas!

Corimba y sus invitados se instalaron cerca de la ventana, estaban algo estrechos pero nadie se molestó (excepto la Señora de Gallego, que a pesar de todo siguió guardando las formas, aunque con cada vez menos vigor ). Desfilaron una decena de comparsas, y Corimba le contaba a Don Gallego, sentado a su lado, el significado de los colores de cada una de ellas; le explicaba el papel que desempañaba el Chico, el Repique y el Piano en la cuerda de tambores. A Gallego le impresionaba el orgullo de los negros: el valor que tenían de revindicar su pasado con tanta dignidad. Escuchaba a Corimba sin expresarle sus pensamientos, pero saboreaba cada una de las palabras que esa anciana compartía con él. Corimba sonreía, sonreía al percibir que Don Gallego disfrutaba de los tambores. Por un momento divisó un futuro esperanzador para la gente de su comunidad, pues con gente compresiva como Don Gallego y su esposa llegaría el día en que los negros candombearían bajo el sol sin el permiso ni la mirada hostil de sus patrones. Entonces el comedor se fue achicando detrás de ellos, como arrastrado por la oscuridad, mientras que la ventana crecía volcándoles en una luz brillante y placentera. Pero la Señora de Gallego no pudo aguantar más en ese lugar rodeada de esa gente y decidió fingir un malestar para dar fin a esa fastidiosa visita, pues no estaba dispuesta a contemplar por más tiempo a esa banda de borrachos que bailaban descalzos. Se dejo caer de la silla con cierta elegancia teatral, y hábilmente empezó a discursear sobre el calor, entrecortando sus palabras con leves suspiros. Don Gallego la cogió en brazos y la acomodo en el pequeño sofá. Corimba le asistió echándole aire con su abanicó, mientras Mirta le servia un vaso de agua. Al recuperarse, la Señora de Gallego pidió disculpas por lo sucedido y alegando que no se encontraba con todas sus fuerzas expreso el deseo de marcharse, y Don Gallego atendió su petición.



Con la ternura natural que tienen las abuelas, Corimba envolvió en papel los panqueques de dulce de leche y se los obsequió a Don Gallego. Él le respondió con una sonrisa amable, agradecida, e incluso feliz. Hacia tantos años que no rozaba el calor que tiene la sencillez, que aquella anciana quedaría grabada en sus memoria durante mucho más tiempo del que él hubiera imaginado. Corimba insistió en que se llevaran también su abanico, por si le hiciera falta a la Señora, y en cuanto Don Gallego se negó (no queriendo abusar) empezaron las charlas de abuela. Hasta que Corimba se salió con la suya. Finalmente se despidió de ellos dándoles las gracias por pasar el día de las llamadas con ellas, y por cuidar de darle un buen trabajo a su nieta. Desde el umbral de la puerta, y con esa sonrisa suya, Corimba les hacia señales de despedida con la mano. Mirta les acompaño hasta el coche, cargando en brazos todas esas cosas que usan la gente de la alta sociedad. Lo guardo todo —como debido― en el asiento trasero, y la Señora de Gallego, antes de marcharse, le recordó algunas de las tareas domesticas que le correspondía y le exigió que no llegara tarde al día siguiente.

El coche se alejo, hasta desaparecer entre la multitud de morenos que se detenían a su paso, algunos con la mirada hostil.



Ese día , Corimba y Mirta siguieron festejando el día de las llamadas como cada año: uniéndose al cortejo. Corimba, candombeo bajo el sol como si debajo de sus pies sintiera la tierra rojiza de África, cantándole a sus hijos, a sus nietos, y a sus ancestros.





Miles de historias pasaron por aquellas ventanas de la calle Ansina. Historias que refuerzan la tradición. Hasta que en 1968, poco después de la visita de los Señores Gallego, la intendencia dictamino que el ruido de los tambores ―el ruido, no la música― causaría estragos en la calle Ansina, y por consiguiente, señores, para evitar el derrumbe, decidieron que las llamadas no pasarían mas por su templo; no hubo apelación. Fue el mismo año, en que la luz no volvió a encontrar la ventana de Corimba."



sábado, 30 de diciembre de 2006

Un cuento de negros de Daniel Bera Martinez

Un cuento de negros



Sabe alguien por donde es el camino?
Soy el negro Sebastian vengo de una época en la cual no se imaginan...soy un esclavo liberto, trabaje. Soporte humillación para obtener mi libertad y este hermoso y señorial traje es porque un inventor, mi amito me ha dejado vivir en su mansión y ayudarlo en sus trabajos. El invento una maquina del tiempo y yo, inquieto siempre me preguntaba como seria el futuro con este víl comienzo...el pasado; ya lo conocia y por consiguiente me embarque en esta odisea. Comenzare a contar desde el momento en que me meti en la maquina magica y me remonte al 1900 que estaba próximo,debía saber que seria de nosotros. El novecientos me espero con libertad vigilada...no habia muchos cambios pero el conventillo estaba lleno de negros criollos, blancos pobres, inmigrantes europeos y tambores, gaitas, panderetas y cocido. Todos , los negros; queriamos dinero para parecer blancos aunque sea y la alternativa era nula. Quietitos ahi. Trapicheos sin fin, vahos de alchooles y siestas comandaban las tardes y las heridas ivan cicatrizando y dando paso a la incertidumbre.Volé. Llegue a los años veinte y el candombe se mezclaba con los sonidos del tropel de inmigrantesque sin tregua bajaban de los barcos que venian de tierras remotas con su bagage cultural intacto, e indefectiblemente se fusiono y el folk autóctono no pudo desoir el tam tam de los negros que invadia la ciudad. Oscuros nubarrones acechaban sin tregua por el estigma de inferioridad y relegando su grandeza cultural a una sórdida costumbre pagana y la cabellera de los negros se estiraba con soda cáustica en un intento de blanquear aunque sea una ínfima parte a ver si se suavisaba un poco el sufrimiento.Y nada; todo inventado... Y la gran sonrisa en el ébano nos decia del cambio "lo peor habia pasado" ahora eramos pintorescos y casi felices y la venta de grano y materias primas habian dado una riqueza tal que olvidabamos por lo menos por un tiempo y todos pareciamos hermanos..?...Y me subi de nuevo a la maquina de mi ex amito no se como llamarlo y pase a los años sesenta; mmhh!!!!. Completamente integrados ya, saboreaban el sabor del exito algunos, aprovechando la apertura universitaria y forzando un futuro prometedor continuaba el candombe su zaga y se encontraba con sus hermanos afroamericanos y la mistura lo enriquecia. La muerte de John Fizcherald kennedy alarmó a los negros y un alo de desesperaza voló sobre nuestras cabezas. Martin Luther King tuvo un sueño y sello su sentencia de muerte, mientras tanto el movimiento hippy predicaba paz y amor pero no para nosotros paradojas del destino resulto ser que la voz de Elvis presley era maravillosamente negra y se catapulto a la fama por salir de un envase blanco inmaculado. Algunos negros querian ser blancos y un unguento exterminaba la belleza del ebano en su afán de igualdad y dejaba un color ceniciento y un patético alejamiento de la realidad.El glamour de las Supremes hizo llegar a los corazones negros americanos de todas las latitides la certeza de la belleza de ser negros. Uno de aquellos dias conocí un artilugio llegado a nuestras tierras por alla´por el cincuenta y nueve que me dejo atónito una caja que si mi amito la viera se revolcaria de envidia, llamada televisor mostraba un hombre con un traje indescriptible poniendo una bandera en la luna, luego con mi curiosidad innata supe que era un astronauta y el momento era historico el hombre habia llegado a la luna, fue la certeza de que nada es imposible... y la esperanza renació. y tenia que saber más
Lleno de ilusión active los mandos y me introduje el 1970 los cambios eran desvastadores y destructivos la crispación y el descontento social, la mano dura de las potencias y la fragilidad de los lideres dio paso a la mayor muestra de crueldad...bueno comparado con la esclavitud de la que fui testigo es equiparable o sea que reparo mi error debi decir: dieron paso a la continuacion de la crueldad... ella espera...y ataca debemos estar prevenidos y me voy de tema es que el aluvión de conocimientos me provoca delirium tremen y me voy por la ramas y America latina fue otra vez saqueada miles de desaparecidos muerte violentas, encerramientos colectivos y el solo hecho de pensar era penado. Me horrorize la dicha se vistio de luto y yo quize huir a mi maquina del tiempo y volár y en la emoción del momento cai en la cuenta que no habia escapatoria. Solo quedaba preguntarle a mi ex amito si podia inventar un maquina que cambiara el destino y llevarlo por caminos mas placenteros; lleno de pavór y sin ilusiones empeze a pensar en como revertir o suavisar los designios y llegue a una conclusión volvere a mi mundo y con paciencia y tezon concientizaré a mi gente para estar preparados para el futuro incierto. Sembrar mi semilla de progreso y ya vendran los frutos algún día.Y mis tiempos de liberto se materializaron... mire alredeor y los rostros se me antojaron distantes como si nunca me hubiera ausentado y dude de todo lo vivido, pero en mi interior estaba pensando en el antidoto.


por Daniel Bera Martinez

Año 2006

FELIZ AÑO NUEVO.

domingo, 24 de diciembre de 2006

A propósito del Candombe - Daniel Bera

A propósito del Candombe
"Recopilacion entrelazada por Daniel Bera Martínez"

Cuéntame la palabra del griot que canta al África de los tiempos inmemorables, dice...De esos reyes pacientes en las cimas del silencio y la belleza de los ancianos de sonrisas marchitas...Mi pasado retornado al fondo de mi memoria como una serpiente tótem a mis talones atada. Tonella Boni (laterité1984)




"Fatídico el hecho de que al leer estos párrafos nuestra mente no comience a viajar por los entrelazados caminos de la memoria, desenterrando recuerdos que ya parecían dormidos...Sucumbo de nuevo al vicio de manipular la información de mi cerebro y buscar el lado bello de la historia; reímos tanto que a veces nos pasamos de contentos. Los negros tenemos ese "savoir faire" que hasta hay veces que hacemos bonita nuestra historia... En octubre comenzaba el calor antaño y templaba todas las almas candomberas. Comenzaba el carnaval oficialmente en nuestra cultura de ahí en mas no se hablaría de otra cosa. El run run decía quien cantaba quien bailaba quien tocaba y quien escribía pero en realidad las estrellas con mayúscula todavía no habían sido convocadas, todos hablábamos y enredábamos, pero lo cierto es que había buenos cantantes, bueno músicos y buenas coreografías y hasta había quien cantaba para el carnero.Y así era la comparsa fuente de arte vida y tradición. Cuatro meses después el ómnibus de asientos reclinables que sucedió a la bañadera en el final del siglo XX paro y los negros y lubolos acarreaban a escondidas botellas de licores espirituosos para relajar el cuerpo y hacer un buen papel y los responsables miraban nerviosos y alertas para intervenir ante cualquier desbande.Alguien un día saco su propia comparsa y decidió erradicar tan bárbara costumbre de beber en la bañadera sin pensar que también es parte del folklore; dictaminó leyes; puso penas y hubo hasta amenaza de expulsión pero fue inútil hecha la ley hecha la trampa y la bañadera arrancó y el silencio cómplice se materializó y la línea no se rompió y a.C. estamos algunos súbditos del candombe esparciendo su semilla imperturbables. A lo lejos...se veía el teatro de verano.
Mi abuela limpiaba toda la casa con agua jane y ponía su mantón de Manila negro con flores rojas a modo de mantel, abría los ventanales y se sentaba a esperar a sus huéspedes el día de las llamadas; esa noche era de VIP. Llegaba Mirta de Porro y Pisolanti la amiga de mi abuela con los propios Porro y Pisolanti, familia que se me antojaba de abolengo, por la pompa de su nombre y como lo pronunciaba mi abuela. Ella los traía a ver las llamadas era un asunto de estado y no se escatimaba en los homenajes... y la llamada comenzó y Ansina se enalteció. Al final los tambores a modo de danza de la lluvia desataron una tormenta, las plumas de los rezagados pasaban chorreando agua, los carros de chorizo parecían bultos transportados por animas corriendo bajo el vendaval, borrachos bailando descalzos queriendo perpetuar la algarabía...y en casa salían las pizzas de mi madre del horno y sacaban el vino y la coca cola adquiridas por cualquier eventualidad y los comentarios se prolongaban hasta la madrugada. Épocas doradas que refuerzan la tradición.
Miles de historias pasaron por aquellos balcones hasta que en su dia exactamente en mil novecientos setenta y ocho. La intendencia dictamino que el ruido de los tambores (el ruido no la música) causaria estrágos en nuestra amada Ansina y por consiguiente para evitar el derrumbe señores, la llamada no pasaria más por su templo y no hubo apelación.Hacer cúltura significa nadar por todos los vericuetos de nuestra matriz y comprendiendo cada actitud representativa de nuestra idiosoncracia . A veces nos toca nacer en lugares equivocados y son formas de integración divina. En medio de tanta algarabía una energia corrosiva se extiende amenazadora...droga; alchool, juegan su carta y hechiza a los desprevenidos...En un intento de arruinar el momento y atrazar; pero no detendra su marcha, solventado por mentes lúcidas que contrarrestan su caida y dan un mensaje esperanzador que invita a dudar de su efectividad.Me fui a la noche buscando oro, incienzo y mirra y no lo encontre ...y los cantos de sirena me decian todo lo bello de la oscuridad... me enrede por un tiempo en su telaraña, siempre lúcido buscando el bienestar y el amor y...nada...!!! Todas las enseñanzas de mi familia materna habian ya actuado sobre mi cerebro y no entendian de estados de supremacias y volvi a la realidad, con un bagage de experiencias envidiables pero no recomendables y los tambores me estaban esperando".